22 de abril de 2020
Silvia Schujer
17 de abril de 2020
Encuentro Literario. viernes 17 de abril de 2020
15 de abril de 2020
Manos a la obra
Isol te propone convertir a tu perro en ...
PapelLápizTijera
14 de abril de 2020
13 de abril de 2020
Conocemos a Isol
Isol, es el sobrenombre de Marisol Misenta, nació en Buenos Aires en el barrio de Caballito, en el año 1972.
¿Cómo es el trabajo de Isol? ¿Qué técnicas y materiales usa? |
10 de abril de 2020
TRABALENGüERO ¡¡ A divertirnos!!
9 de abril de 2020
Cuento musical
Encuentro literario, viernes 10 abril 2020
Cicatrices
Hace mucho tiempo vivía en una aldea que no conocemos un muchacho de veinte años, justo y valiente. Pretendía a una doncella de su edad, blanca como la leche, y tal bella como vanidosa.
El muchacho tenía el rostro cruzado de cicatrices. La doncella, enferma de juvenil frivolidad, exigía para hablar de noviazgo, que el muchacho se quitara las cicatrices del rostro.
El muchacho sabía que esto era imposible, pero la doncella estaba acostumbrada a que se le cumplieran sus más estrafalarios deseos. Así la habían tratado sus padres y los ricos hombres que la cortejaban.
El muchacho pasaba noches de insomnio pensando en cómo satisfacer el requerimiento, y la doncella insistía en que cuando se hubiese quitado las cicatrices, ella lo estaría aguardando.
¿Por qué el muchacho seguía amando a una dama tan necia? ¡Misterio! ¿Por qué una mujer tan agraciada era tan necia? ¡Más misterio!
En una de las noches de insomnio que el muchacho sufría bajo un árbol del bosque (el estado de su alma le hacía imposible permanecer en una cama), acertó a pasar por allí un mago.
El muchacho vio llegar a un hombre en una carreta tirada por un mulo. Cuando el animal se detuvo, el hombre bajó de la carreta; y haciendo un movimiento de manos transformó al mulo en un hombre.
Hizo un pequeño fogón, sacó un pollo de la carreta, lo atravesó con un palo y comenzó a asarlo mientras conversaba con el mulo convertido en hombre.
El muchacho se frotó varias veces los ojos y se acercó impávido al prodigioso dúo.
– ¿Có… có… cómo has hecho eso? -preguntó.
– Oh -dijo el mago sin darle importancia-. Es feo comer solo, y a la hora de la cena, siempre me procuro alguien con quien conversar.
Y ni bien terminó la frase, con un nuevo pase de manos, volvió a transformar al hombre en mulo.
-Ahora ya tengo con quien conversar- digo el mago, haciéndole un ademán al muchacho para que se sentara junto a él.
-¿Cómo haces eso?- repitió el muchacho.
-A excepción de cómo hago mis trucos, podemos conversar de todo lo que quieras respondió el mago. El muchacho, que tenía un solo tema en su magín, acercando su rostro al fuego, mostrándoselo al mago, se apresuró a decir:
-¡Apuesto a que con tu magia podrías quitarme todas las cicatrices del rostro!
-Por supuesto -respondió el mago sin un ápice de vanidad.
-Pues, adelante -dijo el muchacho
-¿Estás seguro de que es lo que quieres? -le preguntó el mago.
-De nada he estado más seguro -dijo el muchacho.
El mago pasó suavemente un dedo por una de las cicatrices del muchacho. De inmediato, entre los dos, se presentó una imagen. Era el recuerdo del día en que el muchacho se había hecho esa cicatriz. Los cosacos atacaban la aldea, y el muchacho, valientemente, salía al encuentro de ellos. El sable de un cosaco le rozaba el rostro.
Pero ahora, en la imagen que el mago presentaba, el recuerdo cambiaba: el muchacho se escondía tras unos toneles y no enfrentaba a los bandidos. Aguardaba escondido hasta que se marchaba, luego de haber realizado todo tipo de tropelías.
Cuando la imagen se desvaneció, nuevamente estaban el mago y el muchacho junto al fogón. El mago fue hasta la carreta y regreso con un espejo. Lo limpió con la manga de su abrigo y se lo extendió al muchacho.
-Mírate -le dijo.
El muchacho se observó. Efectivamente, la cicatriz ya no estaba.
-¡Prodigioso! –exclamó el muchacho.
-No es ningún prodigio -dijo el mago-. Si nunca has peleado contra los cosacos, ¿por qué habrías de tener esa cicatriz? ¿Quieres que te borre las otras?
-¡Por supuesto!- dijo el muchacho. Pero al instante se detuvo:
-Momento -agregó-. ¡Sí he peleado contra los cosacos!
-No -le dijo el mago-.Ya no, y ya no tienes esa cicatriz.
-Solo te he pedido que me borres la cicatriz- dijo el muchacho- no el momento en que me la hicieron.
-Eso- dijo el mago-, es imposible. No lo puede lograr ni el más sabio de los magos.
Si partes de tu vida te han dejado cicatrices, debemos borrar esos recuerdos para borrar las cicatrices. ¿Te borro las demás?
-No -dijo el muchacho
Y luego de comer el pollo, ambos durmieron mansamente.
Cuando el muchacho despertó, al alba y bajo un árbol, el mago ya no estaba.
Corrió a ver a la doncella. -Te he dicho que no te me acercaras hasta que no te quitaras las cicatrices del rostro -le dijo fríamente ella.
El muchacho no respondió a su insulto. Se señaló una cicatriz y le contó su historia.
Señaló otra y otro recuerdo. Una más y otro suceso de su vida. Terminó de contarle el origen de la última cicatriz frente al rabino que los casó…
3 de abril de 2020
Para divertirnos y divertir
Cuento - juego o juego cuento
Encuentro literario 3 de abril de 2020
"El alumno nuevo"
cuento de Pablo De Santis
31 de marzo de 2020
Pensando en Malvinas
27 de marzo de 2020
Otra aventura de Felipito Tacatún
PIU PIRIPIÚ
La mamá de Felipito Tacatún lo mandó a comprar media docena de huevos.
Encuentro Literario 27 de marzo
Hoy compartimos "Unidos contra Drácula" de Luis María Pescetti
Y contra el miedo que desata el miedo que el miedo me da,
lo mejor es no estar solo
Entonces y Siempre.
Se busca un tubo del tamaño que podamos entrar (adentro) y se le ponen los botones y una palanca (adentro). Se lo pinta poniendo nuestro nombre y el país (afuera). También pondremos un banquito o dos, sándwiches, refrescos y oxígeno y un mapa (adentro). Se le hace una tapa que termine en punta y abajo va la parte de la propulsión como para llegar hasta la Luna y volver. Ah, y una puerta y una ventana para las fotos y mirar (al costado). Y listo.
En este video, nos comparte algunas sugerencias para hacer que nuestros cohetes lleguen a la luna y más allá.
Los invito a visitar la página https://www.luispescetti.com donde encontrarán un montón de cosas entretenidas.
25 de marzo de 2020
Juguemos un rato.
Tiburón, tiburón.
Tiburón, tiburón,
tiburón a la vista,
bañista, bañista.
Tiburón, tiburón,
te va a comer,
de mi pellejo no va a poder.
Sal del agua, mujer
y ven conmigo a bailar,
que el tiburón
te va a comer,
de mi pellejo no va a poder.
¡Ay, mamá! ¡Que me come el tiburón!
¡Ay, mamá! ¡Que me come el tiburón!
No va a poder
de mi pellejo no va a comer.
tiburón a la vista,
bañista, bañista.
te va a comer,
de mi pellejo no va a poder.
y ven conmigo a bailar,
que el tiburón
te va a comer,
de mi pellejo no va a poder.
¡Ay, mamá! ¡Que me come el tiburón!
No va a poder
de mi pellejo no va a comer.
Para acompañar la letra con los movimientos, podés ver el video donde Luis Pescetti, canta-juega con " Tiburón, tiburón".
24 de marzo de 2020
Literatura Presente en la Memoria, por la Verdad y la Justicia.
Leo, me leen, presto la voz a quienes todavía no pueden leer solos. Seguimos leyendo... del libro
"Contracuentos. Historias de Brujas y Dragones (que nunca nos contaron)" de Cecilia Sola y Pitu Saá
Los monstruos, las Brujas y los colores.
Cuentan los que saben las historias prohibidas que, hace mucho tiempo, pero no tanto, los monstruos decidieron comerse todos los colores.Se pusieron caretas de buena gente, y así empezaron a circular entre los habitantes, contando historias terroríficas sobre lo peligroso que eran los colores y quienes los usaban, lo mal que hacía cantar en las plazas, leer en los parques, bailar en las escuelas y regar las ideas con agua de lluvia.
Muchos les creyeron, y los monstruos aprovecharon para pedirles que dijeran los nombres de aquellos vecinos que más alto cantaban, más colorido pintaban, más ideas enseñaban y más libros leían, es decir, los que más colores tenían en sus casas y sus almas.
Entonces, una noche, los monstruos llegaron a esas casas, escuelas y plazas, donde vivían los que habían sido denunciados, y se los llevaron.
Mucha gente los vio, pero pocos dijeron algo: algunos por miedo, otros porque estaban de acuerdo con los monstruos, y otros, simplemente, porque estaban ocupados en otras cosas, y les parecía que todo ese lío no tenía nada, nada que ver con ellos.
Así, de a poco, los monstruos iban devorando uno a uno todos los colores de ese reino: se comieron el verde esperanza, el azul emoción, el rojo apasionado, el anaranjado de las ideas, el turquesa de la imaginación, el amarillo de los carcajadas y el rosa chicle de las sonrisas. Solo quedaban los grises, cada vez más grises, más quietos y callados, detrás de ventanas cerradas.
Triste, triste se volvió el reino, sin cantos, ni risas ni colores.Los monstruos se llevaban a los colores y a las semillas de esos colores, porque sabían que, si cortás un árbol, pero dejás las semillas, ese árbol vuelve a crecer más alto, más fuerte y más verde que nunca.Los colores que se llevaban los monstruos desaparecían, y casi nadie preguntaba por ellos.
Casi, porque entonces se alzaron las Brujas Blancas.Ellas empezaron a preguntar por los colores, los buscaron en cada rincón, detrás de los muros y dentro de los pozos, caminaron incansablemente, y hasta enfrentaron a los monstruos, preguntando adónde se habían llevado a los colores.
Al principio ellos no les prestaron atención, después trataron de asustarlas,hasta que se dieron cuenta de que no tenían miedo, luego intentaron comérselas, pero cada vez que lograban comer a una, aparecían más.Las Brujas Blancas querían los colores de vuelta, y no estaban dispuestas a detenerse.
Los monstruos empezaron a retroceder, los habitantes del reino empezaron a despertar del miedo, los cómplices de los monstruos intentaron inventar historias de brujas malas, pero casi nadie las creyó.
Y un día los monstruos se retiraron. Algunos fueron hechos prisioneros, otros escaparon, con su careta de buena gente, algunos más se murieron, y la gente creyó que las Brujas Blancas se detendrían en su búsqueda, porque había pasado mucho tiempo, y quizás los colores ya se habían despintado.
Pero no fue así. Las Brujas Blancas continuaron revisando cada piedra, cada muro, cada pozo, cada río, cada monte, en busca de los colores, porque sabían que, en algún lado, los monstruos los habían escondido, los habían engañado, haciéndoles creer que eran monstruos ellos también, que siempre habían sido monstruos, que su destino único, era ser monstruos y no colores.
Y entonces, una mañana, empezó a suceder: encontraron un color, un violeta intenso, que había sido formado por la pasión del rojo y la esperanza del azul, y se parecía un poco a ambos, según donde le diera la luz.
Y después encontraron una carcajada amarilla, una esperanza verde, un gesto magenta, unos ojos marrones, unas trenzas coloradas y unos rulos chocolate...Y aún ahora siguen los monstruos odiándolas y ellas derrotándolos.Y aún ahora siguen los amigos de los monstruos diciendo que los colores no existen.
Y aún ahora siguen las Brujas Blancas buscando y encontrando colores.
Ya van 130 *.
Ya van 130 *.
* Al momento de esta publicación, las brujas blancas habían encontrado al 130. Este espacio queda para ser completado
a medida que se vayan recuperando.
20 de marzo de 2020
Encuentro Literario - Día Internacional de la Poesía - 21 de marzo
19 de marzo de 2020
21 de marzo DÍA MUNDIAL de la POESÍA
La escritora María Cristina Ramos, es autora de muchos libros de poesías, cuentos y novelas. En todos ellos la expresión poética está presente.
En " Una Mariprisa que risa que riza" juega mezclando palabras, con los varios sentidos que le podemos dar a las palabras, el sonido de que pueden brindar y las imágenes poéticas que nos permitirán ver, escuchar, tocar, hasta oler y escuchar este mundo de mariprisas.
18 de marzo de 2020
Otro cuento más de Felipito....
"La regadera misteriosa"
de María Elena Walsh
Felipito Tacatún era muy distraído. Distraído, boquiabierto y desmemoriado.
Qué le vamos a hacer, cada cual tiene sus defectos, ¿no?
Una vez la mamá lo mandó a regar las plantas.
Felipito, naturalmente, se olvidó de llenar la regadera.
Y ni siquiera se dio cuenta de que igual salía agua y que las flores bebían muy contentas.
Al rato fue la mamá al jardín y vio que las plantas estaban medio loquitas.
Las flores se reían y bailaban el vals, mientras las hojas aplaudían y los yuyos dormían la siesta.
– ¿Con qué has regado estas plantas, Felipito?
– Con la regadera, mamá.
– Pero esa regadera no tenía agua, sino vino– dijo la señora de Tacatún – porque estas plantas están todas borrachitas.
Efectivamente, estaban borrachitas.
Felipito trajo la regadera para que su mamá la inspeccionara y ¡oh sorpresa! esta vez la regadera no estaba llena de vino, sino de leche.
La mamá se apresuró a preparar una enorme mamadera para el hermano de Felipito.
Cuando terminó dijo:
– Felipito, alcánzame otra regadera de leche.
Y cuando su hijo se la alcanzó, resulta que estaba llena de jugo de naranja con azuquita.
Naturalmente, Felipito se lo tomó todo sin respirar.
Y así siguieron las cosas.
No había duda de que la regadera era mágica, misteriosa y chiripitiflaútica.
Un día se llenaba de leche, otro día se llenaba de tinta china, otro día se llenaba de caldo de gallina, y los domingos se llenaba de cerveza.
Así, porque sí.
Pero jamás, réquete jamás volvió a llenarse de agua.
Qué lindo, ¿no?
Pero, ¿y las plantas?, preguntarán ustedes.
Hubo que regarlas, en adelante, con la manguera. Y de esta manera se acaba el cuento de la regadera.