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27 de marzo de 2020

Otra aventura de Felipito Tacatún

PIU PIRIPIÚ


La mamá de Felipito Tacatún lo mandó a comprar media docena de huevos.

—“Media docenas de huevos...” repetía Felipito por el camino, para no olvidarse.
Porque era tan distraído que a lo mejor se le ocurría comprar un tarro de moscas, o una escoba o media docena de nubes.
Y le retumbaba en los oídos las palabras de su mamá:
—Cuidado, que los huevos están muy caros. A no tropezar y romperlos.
Felipito compró los huevos y salió del almacén caminando despacito, casi sin respirar y mirándose las zapatillas, bizco de preocupación.
En eso se oyó desde una rama:
“¡ Pi piripí!”
Felipito alzó los ojos para mirar al pájaro que cantaba tan bien cuando ¡zápate! Tropezó, se cayó,  y los huevos se hicieron añicos.
Allí nomás se sentó Felipe en el cordón de la vereda a llorar desconsoladamente.
El pajarito, al ver el zafarrancho, se descolgó enseguida de la rama y también se sentó en el cordón de la vereda, diciendo:
“¡Piu piripiú!”
Filipito, triste y preocupado, le dijo:
—Ssh, no cantes.
—No estoy cantando, le dijo el pajarito, te estoy ayudando a llorar.
—Bah, ¿Qué diferencia hay entre tu canto y tu llanto?
—Mucha, le contestó el pajarito, ¿no oíste que antes decía “pi piripí” y ahora digo “piu piripiú”, que en idioma de pajarito quiere decir: “¡Qué desgracia!”
—Sí, contestó Felipe, pero con piu piripiú no vamos a remendar estos huevos rotos, y mi mamá me va a dar una buena paliza.
—Vamos a ver, vamos a píripi ver, le contestó el pajarito. Yo entiendo bastante de éste asunto... Hace mucho, para nacer, yo tuve que romper un huevo con el pico, y romper un huevo desde adentro es mucho más difícil que remendar uno desde afuera, como todo el mundo sabe.
—¿ y cómo vas a hacer algo tan difícil?, le contestó Felipe sin ninguna esperanza.
—Probemos, dijo el pajarito, vamos a ver, vamos a píripi ver.
El pajarito voló  hasta su nido, revolvió entre sus cachivaches y sus juguetes viejos y volvió trayendo un carretel de hilo de telaraña, una aguja, un poquito de baba del diablo y una pizquita de leche de higo.
Entre los dos volvieron a llenar, como pudieron, las cáscaras con sus claras y sus yemas.
—Pero, decía Felipito, estas yemas están sucias de barro.
—Ssh, le contestaba el pajarito, que muy apurado cocía las cáscaras con la telaraña, luego pegoteaba las grietas con leche de higo y reforzaba todo con baba del diablo.
Pronto estuvieron en fila los seis huevos, un poquitos sucios y remendados, pero huevos al fin.
—Gracias, pajarito, gritó Felipe muy contento.
Y el pajarito le contestó mientras volví volando a su nido:
“¡Pi piripí!”
Felipito llegó a su casa, la mamá el paquete, vio muy asombrada los huevos remendados, miró de reojo a su hijo y murmuró:
- Hum.
Los partió y vio muy enojada las claras y las yemas revueltas y sucias de barro, pelusa, piedritas, y leche de higo.
—¡Otra vez tropezaste! ¿ no te dije que no tenía dinero para comprar más huevos? ¿ Mereces una buena paliza por distraído, boquiabierta y tropezador! ¿ Ahora no tenemos qué comer!
Y le dio una buena paliza y lo mandó a la cama.
Felipito se tiró en su cama y, restregándose la cola dolorida, se puso a llorar y llorar y réquete llorar.
En eso oyó una vocecita que decía:
“¡Piu piripiú!”
Felipe se levantó, fue hasta la ventana y vio que allí, en una rama, estaba su pajarito ayudándolo a llorar otra vez.
—Ya estoy enterado, le dijo el pajarito, te retaron, te pegaron... lloremos, Felipe: ¡Piu piripiú, piu piripiuuuuuu!
Felipe iba a llorar otra vez, pero... miró bien al pajarito y dijo:
— No, no hace falta llorar más.
—¿Cómo no va a hacer falta, en medio de tantas desgracias?, le contestó el pajarito asombrado. Si que hace falta: ¡¡¡pipiú,  piripiú, piupiripiuuuuuu!!!
—Pero te digo que no, lo interrumpió Felipe, qué me importan los retos y las palizas, si hoy he encontrado un amigo como tú... No quiero que llores, quiero que cantes, porque es tan lindo oírte cantar y ser tu amigo que me olvido de todas mis desgracias.
Y el pajarito, luego de pensar un rato, le contestó:
—Tienes razón, cantemos.
Y los dos juntos cantaron:
—¡Pi piripí!

Y verdolín verdolaga,
este cuento así se acaba.

María Elena Walsh

18 de marzo de 2020

Otro cuento más de Felipito....


"La regadera misteriosa" 

de María Elena Walsh



Felipito Tacatún era muy distraído. Distraído, boquiabierto y desmemoriado.
Qué le vamos a hacer, cada cual tiene sus defectos, ¿no?
Una vez la mamá lo mandó a regar las plantas.
Felipito, naturalmente, se olvidó de llenar la regadera.
Y ni siquiera se dio cuenta de que igual salía agua y que las flores bebían muy contentas.
Al rato fue la mamá al jardín y vio que las plantas estaban medio loquitas.
Las flores se reían y bailaban el vals, mientras las hojas aplaudían y los yuyos dormían la siesta.
– ¿Con qué has regado estas plantas, Felipito?
– Con la regadera, mamá.
– Pero esa regadera no tenía agua, sino vino– dijo la señora de Tacatún – porque estas plantas están todas borrachitas.
Efectivamente, estaban borrachitas.
Felipito trajo la regadera para que su mamá la inspeccionara y ¡oh sorpresa! esta vez la regadera no estaba llena de vino, sino de leche.
La mamá se apresuró a preparar una enorme mamadera para el hermano de Felipito.
Cuando terminó dijo:
– Felipito, alcánzame otra regadera de leche.
Y cuando su hijo se la alcanzó, resulta que estaba llena de jugo de naranja con azuquita.
Naturalmente, Felipito se lo tomó todo sin respirar.
Y así siguieron las cosas.
No había duda de que la regadera era mágica, misteriosa y chiripitiflaútica.
Un día se llenaba de leche, otro día se llenaba de tinta china, otro día se llenaba de caldo de gallina, y los domingos se llenaba de cerveza.
Así, porque sí.
Pero jamás, réquete jamás volvió a llenarse de agua.
Qué lindo, ¿no?
Pero, ¿y las plantas?, preguntarán ustedes.
Hubo que regarlas, en adelante, con la manguera. Y de esta manera se acaba el cuento de la regadera.

16 de marzo de 2020

2020 Encuentros Literarios

Encuentro Literario


El viernes 6 de marzo, comenzamos los Encuentros Literarios.
El primero estuvo dedicado a la escritora y cantautora María Elena Walsh, quien hubiese cumplido 90 años el 1º de febrero.
Hicimos un recorrido por su colorida, imaginativa y rítmica obra. 
Recordamos personajes, rimas, limericks, coplas y sus canciones, conocidas por tod@s. 
Felipito Tacatún, el protagonista del cuento "La Plapla" leído en este encuentro, nos divirtió compartiendo su aventura con una insólita letra.
L@s esperamos todos los viernes a la entrada de ambos turnos, para disfrutar  del universo literario.







Aqui podes escuchar "La Plapla" leída por su autora.